Para quienes han tenido la oportunidad de visitar una aldea indígena, llegando con la romántica idea de personas viviendo aún en conexión con su entorno natural, profundamente vinculados con su medio y protegiéndolo contra nosotros, la cultura depredadora y exploradora, puede que hayan sentido la misma decepción que yo. Aunque hay muchas excepciones, y cada vez sucede menos, las aldeas indígenas se encuentran rodeadas de basura. Empaques de galletas, botellas de gaseosa y bolsas plásticas irrumpen el paisaje por donde miremos. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nuestra decepción y desencanto?
Esta visual muestra la incongruencia de dos mundos y de dos maneras muy diferentes de concebir los recursos. Los sistemas naturales son unos sistemas cíclicos. En un ecosistema equilibrado, no se producen residuos. Cuando una rama cae o un animal muere, es probable que la evidencia no dure más de un par de días; en sistemas sumamente biodiversos puede ser cuestión de horas. Carroñeros y descomponedores asumen rápidamente la tarea de transformar ese ser caído en nuevos nutrientes, que son absorbidos de nuevo por el sistema, creando y manteniendo la vida.
Cuando el humano hacía una parte activa de este tipo de sistemas naturales, los residuos de su alimentación seguían este mismo curso. Es decir, la cáscara de la fruta podía ser arrojada en cualquier parte para ser reutilizada por el sistema. En nuestra nueva manera de consumo (que no tiene mucho más de 200 años), hemos dejado atrás el ciclo para adoptar una economía lineal de consumo.
En este modelo de economía, la materia prima se explora, se convierte en un producto, se vende y utiliza, y finalmente se desecha. En el caso, por ejemplo, del paquete de galletas en la aldea indígena, su uso por el consumidor final fue probablemente de unas horas o incluso poco más de algunos minutos. Sin embargo, el desecho permanecerá más de 1.000 años antes de descomponerse.
Una persona acostumbrada a un comportamiento cíclico de consumo no concibe que exista tal cosa como desecho o desperdicio, ya que en su modo de entender el mundo, todo lo que él deja de utilizar pasa a ser el alimento de otro ser del sistema. El desecho es prácticamente inexistente; es como poner un punto final a un círculo. En contraposición a esta economía lineal, ha surgido un nuevo concepto económico que busca volver al entendimiento cíclico del consumo: la economía circular. Esta aproximación busca mantener el mayor tiempo posible en la economía los productos y materiales minimizando así los residuos. El modelo tiene una visión de prosperidad a largo plazo, cuidando tanto los recursos primarios no-renovables como la contaminación del medio ambiente con la reducción de desechos.
Para generar una economía circular, es necesario tener en cuenta diferentes momentos en el proceso de elaboración, comercialización y servicio posventa de una empresa. Cada paso es clave para retornar a un entendimiento cíclico del consumo más cercano a nuestro entorno natural. En primer lugar, el diseño del producto es clave para reducir desechos. Las piezas, por ejemplo, se pueden fabricar de tal manera que puedan ser reutilizadas y reemplazadas. Que sea un producto flexible, con la posibilidad de adaptarse a diferentes usos, pudiendo suplir así necesidades cambiantes. Esto permite que la empresa pueda recibir piezas o productos completos y reutilizarlos de tal forma que no se vuelvan un desecho más cuando no cumplen con las necesidades del cliente.
En segundo lugar, el uso de materiales que tienen menor impacto en el momento de su extracción, producción y reutilización es de suma importancia.
En la medida en que se tenga en cuenta el ciclo completo de los materiales, desde su explotación hasta su tiempo de biodegradación o su posibilidad de volver a ser utilizado, se evitan desechos y se aminora el impacto del producto sobre el medio ambiente. Un ejemplo de un material que durante todo su ciclo es altamente contaminante es el icopor, el cual tiene además un tiempo de propiedad del consumidor final sumamente corto.
Finalmente, la forma de comercialización y servicio posventa logran cerrar el ciclo del producto. En la medida en que el cliente es propietario del producto, se sesga la posibilidad de su reciclaje o reutilización a las costumbres del cliente. La duración y reciclaje del producto dependen enteramente del consumidor, y desecharlo no implica necesariamente un costo adicional. Sin embargo, si la empresa mantiene la propiedad del producto y vende su uso por un tiempo determinado, tiene la posibilidad de alargar la vida útil, ya sea de todo el producto o de sus partes.
La economía circular busca entonces una prosperidad a largo plazo. Además, ofrece posibilidades de negocio adicionales en cada parte del ciclo de un producto, generando oportunidades ya sea para la empresa productora como para posibles emprendimientos adyacentes, que ayuden a reciclar y reutilizar, volviendo los desechos de unos en la materia prima de otros.
Por: Gabriela Ramírez Vergara
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